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El spanglish invade Estados Unidos: la lengua hot

El Mercurio, Santiago de Chile, Viernes 2 de Agosto de 2002
Marcela Aguilar

Deliverar grocerías no es pensar cochinadas, sino repartir abarrotes. Del inglés, to deliver groceries. Vacunar la carpeta es aspirar la alfombra. Por to vacuum the carpet. No son ideas de una mente afiebrada, sino frases de uso común en el reino del spanglish. Allí donde la gente introduce a los amigos, en vez de presentarlos, atiende a las fiestas en vez de asistir a ellas, aplica a los trabajos, en vez de postular y janguea (por hang on, flojear) no día por medio, sino cada otro día, por every other day.

En este mundo, diseminado entre Los Ángeles, Miami, Texas, Nueva York y otras ciudades donde los hispanos se han transformado en primera minoría, es posible oír en las radios de barrio a locutores que chapurrean aceleradamente: "Hi, my brothers. La próxima media hora es auspiciada por la washetería González, donde tus camisas quedan más blancas. Have a nice day!", y luego escuchar una canción del puertorriqueño Ricky Martin, como Livin' la vida loca, o el Gimme todo el poder, de los mexicanos Molotov.

Pero el spanglish no sólo está ahí, sino que llegó hace rato a la literatura. La puertorriqueña Ana Lydia Vega publicó "Pollito chicken" en un volumen de cuentos femeninos, titulado Vírgenes y mártires. En él la protagonista, Suzie Bermúdez, regresa a Puerto Rico de vacaciones, después de diez años de vivir en Nueva York, y lo único que quiere es pasar por gringa."Al llegar, se sintió all of a sudden como un frankfurter girando dócilmente en un horno de cristal. Le faltó aire y tuvo que desesperately hold on la imagen del breathtaking poster para no echar a correr hacia el avión. La visión de aquella vociferante crowd disfrazada de colores aullantes y coronada por kilómetros de hair rollers la obligó a preguntarse si no era preferible coger un bus o algo por el estilo y refugiarse en los loving arms de su Grandma en el countryside de Lares. Pero on second thought se dijo que ya había hecho reservations en El Conquistador y que Grandma bastante bitchy que había sido after all con ella y mother diez años ago".

Para 2050 se proyecta que el 20 por ciento de la población estadounidense será de ascendencia latinoamericana. Hoy viven en ese país 35,3 millones de inmigrantes hispanos documentados, más unos 8 millones de ilegales que no sólo mezclan palabras en español e inglés, sino que inventan sus propios términos, todos los días.

Nuestro columnista Samuel Silva explica desde Miami ­donde la lengua más hablada es el español­: "El spanglish se va generando porque uno recibe mucha información en inglés. Entonces la sinopsis de la película se transforma en el trailer, por ejemplo. Claro que se llega a un extremo de cosas ridículas, como que una ganga es una pandilla, por gang. Ahora, como los chilenos somos una colonia chica, conservamos súper bien el límite entre los idiomas. A lo más podemos decir parquear por estacionar, pero el lenguaje de la tribu se conserva bastante. A nivel de medios, los de menor nivel cultural son los que más difunden el spanglish".

Quienes saben inglés usan el nuevo dialecto en son de broma. Como el chiste que corrió en Chile hace un tiempo, eso de between no more (que por separado significan "entre" y "no más") o el with father, "con padre", de Cantinflas. Hoy los hispanos dicen te llamo para atrás, una traducción literal de I call you back ("te llamo de vuelta"). Pero quienes no manejan el inglés hablan así sin saber por qué. Para ellos, se trata de un nuevo dialecto.

"La mayoría de los spanglishparlantes es de clase baja. No reconocen el origen semántico de su vocabulario", asegura Ilan Stavans, el escritor mexicano que hace unas semanas escandalizó a la Real Academia Española con una traducción al spanglish del primer capítulo del Quijote.

"In un placete de La Mancha, of which nombre no quiero remembrearme, vivía, not so long ago, uno de esos gentlemen who always tienen una lanza in the rack, un buckler antiguo, a skinny caballo y un grayhound para el chase. A cazuela with más bone than beef, carne choppeada para la dinner, un omelet pa' los sábados, lentil pa' los viernes y algún pigeon como delicacy especial pa' los domingos, consumían tres cuarters de su income", comenzaba la traducción digna de Cantinflas que Stavans improvisó durante un programa radial en Cataluña, para responder a un académico de la lengua española que aseguró que el spanglish no podría tomarse en serio hasta que produjera su propio Quijote. Más tarde fue publicada en el diario español La Vanguardia.

"Gocé mucho con ese ejercicio. Intenté hallar un spanglish estándar, comparable al español que se utiliza en las cadenas Telemundo y Univisión", explica Stavans desde su oficina en el Amherst College, en Massachusetts, donde dicta clases de español y, desde el año pasado, tiene una cátedra ­en inglés­ sobre spanglish. También está a punto de lanzar un diccionario de este dialecto, con más de seis mil palabras. "Estamos siendo testigos del nacimiento de una cultura mestiza nueva. Con la traducción del Quijote, con mi diccionario, mi objetivo no es defender al spanglish, sino entenderlo como parte de este mestizaje", asegura.

­¿Cree que el spanglish se convertirá en un idioma?

"Me interesa mucho menos el futuro que el presente. El spanglish está en todas partes donde hay latinos. Se trata de una revolución cultural. La minoría hispánica al norte del Río Bravo es una extensión de la América Latina en Estados Unidos. Pero también es algo más: una nueva civilización, ni anglosajona ni hispánica, cuyo vehículo de comunicación es el spanglish. El lingüista Max Weinreich afirmó hace décadas que un dialecto es lo mismo que una lengua, pero sin ejército que lo defienda. El spanglish está aún en pañales, pero comienza a modelar su ejército en forma de cadenas radiales y televisivas, y, por supuesto, del internet".

La amenaza

Lo latino está de moda en Estados Unidos. Jennifer López ya no sabe qué más vender con su nombre: todo se agota entre sus seguidoras. La Cámara de Comercio Hispana de Estados Unidos calcula que el poder de compra de los latinos es de 458 mil millones de dólares y crece a un ritmo del 7,6 por ciento anual. Y la influencia de los inmigrantes latinoamericanos es tan grande que hasta un republicano como George W. Bush debió coquetearles para conseguir sus valiosos votos. Aprendió español ­sin spanglish­ y se esforzó por mostrar sus avances en cuanta reunión con mariachis y enchiladas le organizaron. Los analistas dijeron que fue el electorado latino el que definió su victoria. Y las nuevas elecciones en perspectiva (de legisladores, en noviembre) lo han obligado a no perder de vista a los hispanos, por lo que ha favorecido un relajo en la política migratoria desde el sur.

Sin embargo, tipos más conservadores que él piensan que la influencia latina es el preludio de la debacle. En su libro La muerte de Occidente, el ex candidato presidencial republicano Pat Buchanan las emprende contra los inmigrantes hispanos, porque, asegura, ellos no tienen intención de integrarse a la "cultura norteamericana", o lo que él entiende por ella, partiendo por aprender el idioma. "El separatismo está triunfando sobre la integración. El batido se ha transformado en una ensalada. Y el impacto sobre la sociedad americana, su política y su cultura será devastador", advierte.

Y en un reciente artículo sobre Los Ángeles, atribuye todos los problemas económicos y delictuales de la ciudad a su alto índice de población hispana. "La Reconquista está ad portas (...). Cuando más de la mitad de la gente del condado de Los Ángeles no habla inglés en su casa, no escucha la misma radio y los programas de TV, no comparte la misma historia heroica ni los feriados, ¿podemos realmente decir que los americanos somos aún un pueblo? ¿Qué tenemos en común con estos tipos que nos hace una sola nación?".

Si bien su perspectiva es extrema, refleja el malestar que aqueja a algunos grupos de estadounidenses que se sienten amenazados por esta intensa migración. De hecho, en varios estados se han organizado grupos de english only, que incluso han conseguido que se dicten normas para sancionar a quienes instalen letreros o avisos en otro idioma. María Cobarrubias, dueña de un almacén en Atlanta, contó a The Washington Post que debió pagar una multa y cambiar el nombre, de supermercado a supermarket. "Esto nos quitará clientes. Pensarán que ya no tenemos productos mexicanos", reclamaba la mujer. No sólo hispanos han sido perjudicados, sino también muchos "americanos típicos" que han sabido hacer negocios con este creciente grupo de consumidores. Son estos empresarios los que han influido para que, después de un tiempo, las normas de english only sean letra muerta en numerosas ciudades.

Pero el temor permanece, amparado por generalizaciones. Como bien lo resalta Buchanan, dos de cada tres inmigrantes mexicanos (que son el 60 por ciento del total) no han completado la secundaria, mientras entre los nacidos en Estados Unidos la proporción es de uno entre diez. Debido a esta diferencia en la capacitación, los recién llegados ganan menos y pagan menos impuestos. Según el Centro de Estudios sobre Inmigración, el gasto fiscal que genera durante toda su vida uno de estos trabajadores (impuestos comparados con servicios usados) es de 55.200 dólares.

Sin embargo, esta realidad no es extrapolable a todos los inmigrantes. Los cubanos y sus descendientes tienen el mismo nivel educacional que el promedio de la población estadounidense. Lo mismo ocurre con los inmigrantes sudamericanos. El 65,7 por ciento tienen título universitario, y entre sus descendientes la proporción aumenta al 83,3 por ciento.

Carolina Miranda es un ejemplo. Hija de chilenos, se crió en Estados Unidos, fue a la universidad, trabajó varios años en la revista Time y hoy es una de las editoras de la revista Latina, que vende 250 mil ejemplares cada mes. Es su primera experiencia de trabajo en spanglish, ya que en la Time era una redactora más. "Sin duda hay excepciones, pero la mayoría de los hispanos sí desea integrarse y hablar inglés y vivir una realidad estadounidense y salir adelante. En estados como California, Texas y Arizona se ven hispanos que llevan generaciones en este país y están muy integrados en todo, desde lo político hasta el mundo del espectáculo", asegura desde su oficina en Nueva York.

Claramente, los más reacios a integrarse son los que tienen menos herramientas para hacerlo. Como los mexicanos que Richard Rodríguez, escritor y compatriota suyo, vio encerrados en cinco o seis cuadras de Los Ángeles. A ellos les preguntó: ¿por qué se encierran?

"Tu granny, tu abuelita, caminó miles de kilómetros para llegar aquí. Ella violó las fronteras, se movió de un lenguaje a otro, de un pueblo del siglo dieciséis a una ciudad del siglo veinte, ¿y tú te encierras en cinco cuadras? No sabes nada de México, man. Has trivializado México. Eres un tonto si piensas que México son cinco cuadras".

Ser "brown"

Por años Rodríguez ha defendido la idea de que los países latinoamericanos son producto de una fusión de diversas culturas, y que por tanto este proceso forma parte de su idiosincrasia. No hay nada que defender, dice. La asimilación es un hecho, como el océano Pacífico. "Nadie puede estar a favor o en contra del océano", asegura.

"Si realmente quieren mantener su cultura, debieran perder el miedo a impregnarse del inglés y americanizarse. Debieran ser mucho más positivos acerca del futuro, y mucho menos temerosos. Eso es lo que significa ser mexicanos", afirmó a la revista The Sun.

Rodríguez ha sido criticado por su docilidad ante la integración. En una reciente charla suya en California, sus detractores pegaron carteles fuera de la sala de conferencias, en que lo acusaban de "traidor a la raza".

Pero él insiste en su percepción de que el único camino es que ambos grupos, el de los nacidos estadounidenses y el de los inmigrantes, dejen de temerle a una fusión que es imparable. Esa es la tesis de su reciente libro, Brown: el último descubrimiento de América. En él explica que ser brown no es ser moreno, sino mestizo, como la mezcla que se produce cuando los lápices de cera se derriten al sol. Los latinoamericanos son brown, el resultado de varios siglos de mestizaje.

"Es lo que también ha ocurrido en Estados Unidos, pero que por mucho tiempo la sociedad no quiso reconocer", dice Rodríguez. Recuerda que, por ejemplo, Colin Powell se definía como descendiente de indios navajos, pero todos insistían en calificarlo como afroamericano.

Por eso, Rodríguez rechaza la categoría de "hispano" para los latinoamericanos, porque, dice, "la mayoría de los estadounidenses piensa que los hispanos vienen de algo así como una isla llamada Hispaniola, donde todos tienen dedos pequeños y las mujeres se adornan con rosas detrás de las orejas, donde los hombres son amantes cariñosos y usan zapatos talla 38. Pues les aseguro que no hay una raza hispánica, en ninguna parte del mundo".

Lo que él pronostica es que la cultura estadounidense logrará asimilar a todos estos inmigrantes. Pero, claro, no saldrá indemne del proceso. Será cada vez más una cultura brown, y su idioma, si bien seguirá siendo el inglés, estará impregnado de palabras y expresiones latinoamericanas.

Algo así es lo que pretende reflejar Latina, la revista en que trabaja Carolina Miranda. "I've had sex. And I still do. Sí, mamá, outside of marriage. I'm not a mujer decente", confesaba a su madre la escritora Angie Cruz en la última edición.

"Fue una decisión muy natural usar español e inglés en los titulares y los artículos", explica Carolina. "Yo, por ejemplo, domino el inglés, pero hay algunas frases en español que expresan mis sentimientos mucho mejor. Mi tío Martín siempre es tío, nunca auncle. Lo familiar se describe en español y lo laboral se conversa en inglés. Entre amigos y ambientes informales, todo esto se mezcla. Vivimos en dos realidades psicológicas y el idioma es parte de eso", asegura.

Carolina piensa que el inglés "definitivamente se hispanizará. Este país es una mezcla muy increíble de todo tipo de razas, idiomas y culturas. Ya existen influencias francesas (Louisiana), holandesas (Nueva York), inglesas (Boston), noruegas (Wisconsin) y africanas (por todo el sureste y grandes ciudades como Nueva York), y siempre ha habido una influencia mexicana en estados como California, Arizona, Nuevo México y Texas. Lo hispano se integrará como toda otra cultura que se ha integrado a este país. Pero tengo claro que dejaremos una gran huella".

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